Guarda tu espada

julio 15, 2016

Guarda tu espada

París, Niza, Dallas, Estambul, Kenia, Bélgica…Ayer por la tarde mi hija Melissa me escribió por texto desde la universidad. Me hizo varias preguntas envueltas en una queja en contra de Dios. Era un grito de desesperación e impotencia por los acontecimientos de los últimos días en el mundo.

Creo que las preguntas de mi hija son las preguntas de muchos.

¿Qué está pasando?

¿Hay algo que podemos hacer?

¿Cómo detenemos estas masacres?

¿Dónde está Dios en medio de todo esto?

Recientemente visité el Museo de Memoria y Tolerancia en la ciudad de México. Al caminar por las diferentes salas del museo fui sobrecogido por sentimientos extraños e inquietantes. Las imágenes de genocidio, muerte y destrucción, arremetían contra mis emociones como un agresor invisible. En cada una de las salas se paseaban “fantasmas” conocidos y desconocidos, de esos que asaltan la conciencia y despiertan el alma que ha vivido en estupor. Una vez que el alma empieza a hablar es casi imposible callarla.

Los autores de todos estos crímenes no eran animales en el sentido estricto de la palabra, eran hombres como tú y como yo; padres de familia, hombres que besaban a sus hijos antes de irse a la escuela, hombres que como yo abrazaban a su madre y demostraban amor.

Eran hombres que se divertían con sus amigos y salían a pescar los fines de semana. Hitler tenía un jardín de flores que él mismo cuidaba….

Si somos honestos la identificación con estos hombres es inevitable.

Durante el juicio que se le hizo a Adolph Eichmann, uno de los principales organizadores del Holocausto, Yehiel De-Nur, un sobreviviente del holocausto, fue llamado a testificar, pero cuando entró a la corte y vio al Eichman en el banco de los acusados, De-Nur se desplomó y cayó al suelo.

En una entrevista que le hicieron a De-Nur, le preguntaron si fue el miedo o el odio lo que lo hizo desplomarse.

Su respuesta sorprendió entonces y sigue sorprendiendo ahora.

De-Nur dijo que al ver a Eichmann se dio cuenta de que solo era un hombre.  “Tuve miedo de mí mismo”, dijo De-Nur, “Me di cuenta que yo era capaz de hacer lo mismo”. “Soy exactamente como él” .

Esta es una dosis de realidad que todos necesitamos para combatir los problemas de nuestro mundo. El terrorista que se puso un chaleco con explosivos para salir a masacrar a muchos, esa mañana desayunó con su familia y besó a sus hijos.

Necesitamos poner un poco de atención a la historia. Este es el mensaje del museo de Memoria y tolerancia. Algunos pensarán que los genocidios cesaron después del holocausto, pero no. No aprendimos de la historia. Ha habido más de 15 genocidios confirmados y faltan varios por confirmar. Pero, ¿Qué tiene qué ver el genocidio con los ataques terroristas que están sucediendo en estos días? Mucho. La raíz de los genocidios es la misma raíz de los ataques terroristas, las guerras, el racismo y las desigualdades sociales.

La palabra genocidio se acuñó en los 40’s para hablar del holocausto.

La convención de genocidio define la palabra genocidio como:

“La intención de destruir del todo o en parte a un grupo étnico, racial, religioso o nacional”.

La idea de la exterminación de un grupo es con el fin de establecer una sociedad perfecta. El grupo contra el cual se pelea son vistos como un obstáculo para lograr sus objetivos. Esta forma de pensar pretende legitimar en la mente de un individuo, un grupo, una nación o miembros de una religión, el actuar de una manera salvaje.

Hitler quería exterminar a los judíos porque los consideraba una raza inferior que estorbaba sus esfuerzos para establecer una sociedad perfecta.

En los adherentes de toda religión e ideología subyace el deseo de hacer que los demás sean como ellos.

A veces de una manera agresiva, las religiones y filosofías quieren imponer su forma de creer para establecer una “sociedad perfecta”.

Ha sucedido con el cristianismo, el ateísmo, el socialismo, el capitalismo y la lista es interminable.

¿Qué tiene que ver esto con nosotros? ¿Y qué podemos hacer para combatir lo que está pasando en nuestro mundo?

Tal vez de manera inmediata no podemos hacer mucho, pero a largo plazo podemos hacer una diferencia titánica. Creo que como iglesia debemos alejarnos de toda actitud y actividad militante que proviene de interpretar el reino de Dios de una manera equivocada. Cuando interpretamos el reino de Dios como una guerra, nos encerramos dentro de la “ciudadela” que es la iglesia y peleamos en contra de los que están afuera. Nos escondemos dentro de las paredes de una cultura cristiana irrelevante y nos proclamamos en contra de todo lo que sucede afuera de nuestra ciudad. Nosotros contra el mundo allá afuera.

Algunas iglesias actúan literalmente como una fortificación. Satanizan a todos los que se oponen a ellos y los catalogamos de pecadores o herejes. Si queremos marcar una diferencia en el mundo necesitamos aprender de Jesús. Cuando Jesús iba a ser aprendido, vinieron a él una multitud con espadas y palos y Jesús les dijo algo que necesitamos oír, especialmente en estos días:

«¿Acaso soy un peligroso revolucionario para que vengan con espadas y palos para arrestarme?

Marcos 14:48

Jesús marca una raya entre él y aquellos que de una manera militante querían establecer algún reino o alguna filosofía. Fue después de estas palabras de Jesús que Pedro sacó su espada y le cortó la oreja a Malco, uno de los soldados. Pedro interpretaba el reino de Jesús como un reino que se impone por la espada, por la violencia, pero Jesús, después de sanar a Malco, el soldado que venía a aprenderlo, le dice a Pedro: “Guarda tu espada” .

El reino de Dios no se impone por la fuerza, no tiene que ver con la espada. Pero si este reino no es una revolución, si este reino no se impone con la espada, ¿Cómo se establece? Así lo definió Jesús:

«El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa.»

Mateo 13:33

El reino de los cielos, mas que ser una revolución, es una fermentación.

Aquellos que somos seguidores de Jesús nos mezclamos como la levadura en este mundo y dejamos que empiece el proceso de fermentación. ¿Y qué es lo que esta levadura representa? Buenas nuevas, perdón, amor, armonía, paciencia, deferencia. Isaías vaticinó el reinado del Mesías y dijo: “El lobo vivirá con el cordero” “Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra”. La serpiente (todo lo que consideramos malo o cruel) se acabará, perderá su veneno y jugará con un bebé (la inocencia, la pureza).

¿Qué si guardamos la espada?

¿Qué si nos convertimos en embajadores de la bondad de Dios?

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Jesús Adrián Romero es un reconocido cantante y compositor mexicano. Comenzó su carrera a mediados de la década de los 90, gozando al día de hoy de un enorme prestigio y vigencia en toda Latinoamérica, EEUU, y gran parte de Europa.